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Mambo Cool

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Un film de Chris Gude
Colombia, EEUU. 2013.
62min.
HD

Guión y Dirección
Chris Gude

Fotografía
José Ignacio Pardo
Felipe Loaiza

Sonido
Luis Fernando Buitrago
Neil Benezra

Montaje
Mauricio Leiva Cock
Chris Gude

Música
David Oquendo

Productores
Chris Gude
Juan Pablo Pardo

Productora
La Pesebrera

Reparto
Jorge Gaviria
Hernán Padilla
Nelson María Betancur
Sergio Castrillón
Alberto Adolfo Herrera
John Mario Restrepo
María Julima Pérez
Adriana Janeth López
Efraín Blandón

 

 

 

  poster-mambocool
   

Mambo Cool es una película que es como un delirio. Pero un delirio lleno de poesía aun en medio de la decadencia inherente al bajo mundo de la marihuana, la cocaína, el bazuco y los ambientes cerrados y asfixiantes. Las conversaciones que se mezclan, que van y vienen repitiéndose, atravesadas de “incoherencias coherentes” y personajes cargados de humanidad que aparecen y desaparecen, así como las relaciones que entre ellos se tejen, son sus protagonistas. Como en un delirio los planos se cierran, se vacían, buscan ángulos impredecibles, cenitales… Como en un delirio quienes hablan no están en pantalla, pero luego aparecen, o no… Sus conversaciones sobre diversas sustancias, sobre sus dolencias y malestares, sobre dinero, sobre preocupaciones, sobre amigos imaginarios o reales, nos conducen durante la hora que dura la película acompañados de imágenes poéticas. Sin duda, una película diferente y más que original que deja la sensación de un tiempo que pasa pero en el que nada pasa. Un filme desconcertantemente bello que muestra otra manera de hacer cine. (FICCI)

White powder, dealers and poseur women in a shady city you hardly get a glimpse of. Not to forget a man who introduces himself as a warrior talking to spirits. All the ingredients are set, the deceit is disclosed right from the start. In this first film showing great skill, Chris Gude’s bold bet is to take the opposite view of naturalism. Indeed, meagre plots are collected in bare settings, marked out by fixed frames with very straight lines, pure colours and almost monochromatic shots. An amazing, almost threatening quietness prevails, only reinforced by the serene voices, hieratic bodies and stylised actions, which give each meeting and each dialogue the obviousness of necessity. In that small world, meet Mascara, a warrior who has come down from his Columbian mountains, and his friend Primo. The two hieratic figures seem to be waiting. In the nooks and crannies of a claustrophobic city, whose hustle and bustle can be heard from afar, an unexpected body trade is taking place, with a 32-year-old prostitute claiming to be a virgin, alleged clients quite simply offering massages, and the story of a friendship between a man and a gorilla. Did this small theatre of waiting fall down to the world of the dead? We know nothing for sure, except that this world goes by the melancholic and nagging rhythm of mambo. (Jean-Pierre Rehm)

Se trata de una película inclasificable y radical, pero poderosísima, de tono experimental, acerca de un grupo de personas de los bajos fondos de una ciudad colombiana. De fragmentos poéticos a bailes desenfrenados, de escenas visualmente inquietantes a encuadres largos y fijos, se trata de un OVNI curiosísimo y muy recomendable dentro del cine latinoamericano. Una película salida, en apariencia, de los pozos más profundos, de los abismos, como si una raza alienígena hubiera tomado el control, por un rato, del cine colombiano. Aunque puede producir reacciones alérgicas en algunas espectadores impacientes y/o de gustos más tradicionales, es una experiencia muy, pero muy recomendable. De las pocas películas latinoamericanas realmente sorprendentes de los últimos tiempos. (Diego Lerer)

Hace falta dejar a un lado todos los a priori y reinventar siempre la mirada – con cada flm -, para que cada vez esta pueda percibir realmente algo. Digo esto, pues Mambo Cool, es en sí una película-exilio y en el exilio. Internamente es un exilio al ser una suerte de elegía alegre y en el contexto del cine colombiano también lo es, pues se corre de la mirada moral for export/for festival que ciertos directores jóvenes tejen en el afán por consolidar una tradición de un posible “nuevo cine colombiano”. Una película-exilio que se corre de esa voluntad soberbia por asegurar un lugar en la cinematografía internacional, que no olvidemos siempre esta moderada y medida, por una mirada del norte, que falsamente pide ver lo diferente, siempre y cuando se ajuste a los parámetros que a ella le gusta y conserve cierto exotismo solapado, para poder decir: ¡He aquí un nuevo cine! 
Una película-exilio, y es desde el exilio que se debe entrar en ella. Si fuera bien comportado para sopor-tarla le buscaría padrinos distinguidos y entraría por la puerta de enfrente de la mano de Pedro Costa, Robert Bresson y hasta Dreyer. Pero es que en el exilio uno corta las amarras y cuando se entra por detrás, se entra por el oído. Solo sé que cuando entré en Mambo Cool, a quien más cerca sentí fue al espíritu de Andres Caicedo y su ¡Que viva la música!

Cuerpos en el exilio, cuerpos en tensión extrema que se alimentan de lo que pueden, como las ratas: alcohol, crack, marihuana – aditivos que alteran o que llevan la percepción a su punto justo- y que desembocan en la Salsa, como la base de su dietética existencial. En la penumbra, donde el tacto y la escucha se agudizan y priman, se desayuna, almuerza y cena con Salsa, se afrma una vida con Salsa.
Transito incesante en dirección contraria al alba, donde si hay movimiento, es por causa de los afectos, se es leal antes que fiel. Solo se puede ser leal con la vida, fugándose por la transversal y no por el ho-rizonte, pues como nos recuerdan los cuerpos, en el único plano en fuga del flm, sí hay horizonte es solo para encontrar una fungible terapia que mantenga el esqueleto en pie. La promesa no está en el horizonte, está en los pies, en ser joven, por ser baile de la calle, por ser baile del alma. Se nace y se muere bailando. Se vuelve al cuerpo porque la Salsa, es una línea de fuga, que hace que la casa sea nómade.
Mambo Cool, una película-exilo, un Medellín, que por suerte fortalece esa extrañeza en la familiaridad y donde la fabulación continua callejera. Una noche que empieza en Medellín, pero que termina en otro mundo, que destila muerte, pero reinventándose en el swing y el sabor afrma vidas. Un mundo donde los afectos bailan la vida y son amigos de gorilas. Difícilmente podemos dar cuenta de una, varias o de la vida en sí. Sentimos, nos contagiamos, nos dejamos llevar. ¡Ritmo! Son que nos envuelve y poco importa el nombre de donde estemos. Quizás eso es estar en el exilio, quizás eso sea una imagen-exilio, aquella que siente pero no defne, aquella que mueve, contorna, pero no fja. Aquella que abre espacios, porque es grieta, resto, fragmento. Aquella que nombra lo innombrable de swing, de sabor, que sabe de dónde se viene, pero le gusta estar afuera. Una imagen que deja la casa, porque le gusta ser callejera. Mambo Cool, noche eterna donde la Salsa, aunque a veces en silencio, reina. Y como nos dice Andrés Caicedo en ¡Que viva la música!:
“-¿Para siempre? -No, lo siento. Sería injusto prometerse tanto. Sólo por esta noche, pero si me conoces sabrás que mis noches son largas. ¿Listo?” 
(Sebastian Wiedemann)

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2103

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